La bicicleta inexplicable
En un pequeño pueblo cerca del bosque vivía una niña curiosa llamada Sofía. Ella amaba andar al aire libre y recorrer los senderos del bosque, entre árboles y pájaros. Su posesión más preciada era su bicicleta celeste, quien se había convertido en su gran compañera de aventuras.
Un día, mientras paseaba por su ruta habitual, Sofía se topó con una tienda extraña que no había notado antes. El letrero, algo descolorido, decía “Encantos y Reliquias”. Impulsada por la curiosidad, decidió entrar. La tienda estaba llena de objetos antiguos y misteriosos, pero lo que más llamó su atención fue un extraño artefacto brillante, el cual tenía inscripciones misteriosas, difíciles de leer.
El dueño de la tienda, un anciano de ojos brillantes, notó su interés y sonrió. —"Veo que has encontrado algo especial —dijo—. Es un accesorio único, pero no es para cualquiera. Dicen que brilla más fuerte cuanto más puro es el corazón de quien lo posee."
Sofía, intrigada, le preguntó qué más podía hacer. El anciano le explicó que el artefacto era capaz de transformar aquello que es especial, en algo más especial aún. —"Tu bicicleta ya es valiosa para ti —le dijo—, pero esto la hará aún más increíble." Sofía, preocupada, miró el precio y dijo: —"No puedo pagarlo." El vendedor sonrió con amabilidad. —"No debes hacerlo. Ya es tuyo, te lo regalo."
Sofía, emocionada, aceptó el regalo y salió rapidamente a probarlo. Sin dudarlo, lo ajustó al manubrio de su bicicleta, justo en el centro, y apenas lo hizo, sintió una ligera vibración, como si la bicicleta respondiera al nuevo accesorio.
Apenas comenzó a pedalear, notó que algo se sentía diferente, como si flotara suavemente sobre el camino. El sendero la condujo por lugares familiares, pero con cada pedaleo, algo mágico parecía suceder.
De repente, la bicicleta tomó un desvío hacia un sendero que Sofía nunca había visto antes. La llevó a través de bosques con arboles de colores, que jamás habia visto, y animales más extraños aún, pero amigables.
Finalmente, cuando decidió que era hora de regresar, montó su bicicleta y, con un ligero pedaleo, se encontró de vuelta en el pueblo. El camino había sido tan increíble que parecía un sueño, pero el accesorio seguía brillando en su manubrio, recordándole que la aventura había sido real.
Al dia siguiente, Sofia quizo ir a agradecer nuevamente al anciano de la tienda, pero por mas que buscó en el mismo lugar, no pudo encontrarlos. Lentamente, volvió a casa algo confundida, pero sonrió al ver, casi sin querer, una inscripción tallada en un arbol que decia: "La magia no tiene explicación".