Leo y Dante

En el pequeño pueblo de San Naranjal, había una escuela llamada “Caminito Alegre”.

Era una escuela colorida, con paredes de ladrillo, llenas de dibujos y guirnaldas que decoraban cada rincón.

Todos los días, los niños jugaban y reían en el patio, pero Leo y Dante nunca se habían llevado bien.

De hecho, nadie sabía muy bien por qué.

Leo era un niño tranquilo y algo tímido, que prefería pasar los recreos leyendo en el rincón debajo de la escalera.

Mientras que Dante, el niño más activo del grupo, siempre se encontraba jugando al fútbol, incluso con chicos más grandes.

Ambos compartían la misma escuela, pero parecían vivir en mundos completamente diferentes.

Dicen que su rivalidad comenzó un día, cuando les tocó realizar un proyecto en grupo sobre animales del bosque.

Leo, siempre callado y concentrado, había dibujado a un zorro con mucho detalle, cuidando cada línea y cada sombra.

Dante, que se había sentado en la mesa de al lado, observó el dibujo y pensó que Leo estaba tomando demasiado tiempo.

—¿Por qué estás tan lento? —preguntó Dante, elevando la voz, con algo de impaciencia.

—Estoy haciendo lo mejor que puedo... —respondió Leo, algo molesto, sin levantar la vista de su dibujo.

Dante no entendió por qué Leo parecía tan serio.

Pensó que tal vez Leo se estaba frustrando por algo tan simple.

Leo, por su parte, no entendía por qué Dante le hablaba tan fuerte y se sintió herido.

Pensó que Dante lo estaba criticando, y sin querer, se cerró más en sí mismo.

Desde entonces, siempre que se cruzaban, parecía haber algo en el aire, una incomodidad que no podían explicar.

Unos días después, la seño Marita, la maestra titular, se enfermó, y la escuela tuvo que llamar a una suplente: la seño Flor.

Ella era una mujer alegre y un poco desordenada, con zapatos de colores brillantes y un cabello siempre alborotado.

Aunque la seño Flor tenía una forma relajada de enseñar, tenía una regla muy clara: todos debían aprender a trabajar en equipo.

—¡Hoy vamos a hacer un proyecto en grupos! —anunció la seño Flor, sonriendo.

—Cada equipo debe crear una obra de teatro y representarla frente a la clase.

Cuando la seño Flor dijo que Leo y Dante serían compañeros, ambos se miraron con sorpresa.

No era lo que esperaban.

Leo pensaba que Dante nunca podría tomarse en serio un proyecto, y Dante pensaba que Leo era demasiado callado y serio para divertirse.

—¿De verdad tenemos que hacerlo juntos? —preguntó Leo, algo nervioso.

—Claro —respondió Dante, sin comprender por qué Leo estaba tan tenso.

En los primeros días de trabajo, las cosas no iban bien.

Leo quería hacer una obra tranquila, sobre un caballero que viajaba por un reino lejano, mientras que Dante pensaba que debía ser una historia llena de acción, con monstruos y peleas.

No parecía que pudieran llegar a un acuerdo.

—Yo solo quiero que nuestra historia tenga algo emocionante —dijo Dante, con su energía habitual.

—Pero yo prefiero que sea más tranquila, algo que haga pensar —respondió Leo, con una expresión pensativa.

Ambos se sentían frustrados, pero ninguno quería decirlo.

No era que se estuvieran peleando, pero había algo en el ambiente que los ponía incómodos.

Un día, mientras los dos discutían en silencio sobre cómo debería ser la historia, la seño Flor los interrumpió.

—¿Por qué no probamos algo diferente? —les dijo, mirando a ambos con simpatía.

—Leo, ¿por qué no le explicas a Dante cómo crear un mundo con palabras?

Dante, ¿por qué no le enseñas a Leo cómo hacer que su historia sea más divertida y dinámica?

¡Trabajar juntos puede ser más interesante de lo que creen!

Leo y Dante se miraron, sorprendidos.

No habían pensado en eso.

Por fin, Leo aceptó que la historia podía tener algo de aventura, y Dante entendió que no todo tenía que ser rápido y emocionante.

A partir de ese momento, todo empezó a cambiar.

Leo le enseñó a Dante cómo construir un mundo con palabras, dándole ideas sobre paisajes y castillos, mientras que Dante mostró a Leo cómo hacer que los momentos más tranquilos de la historia tuvieran acción y energía.

Juntos, crearon una obra sobre un caballero tímido (Leo) que tenía que enfrentarse a un dragón torpe pero simpático (Dante).

Finalmente, llegó el día de la presentación.

Leo, vestido de caballero con una armadura de cartón, se sintió nervioso al hablar frente a la clase.

Pero cuando Dante, como el dragón, empezó a saltar y hacer piruetas, todos comenzaron a reír.

Juntos, demostraron que la obra era más divertida porque ambos habían aportado algo especial.

La seño Flor los felicitó.

Después de la obra, Leo y Dante ya no eran los mismos.

Leo comenzó a unirse a los juegos de fútbol durante los recreos, y Dante empezó a pedirle recomendaciones de libros.

Con el tiempo, Leo se dio cuenta de que Dante hablaba fuerte siempre, y no porque estuviera molesto con él.

Desde ese día, comprendieron que, aunque eran diferentes, juntos podían hacer cosas increíbles.

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