Dos hermanos espaciales

En una tranquila tarde de otoño, Tito miraba por la ventana, viendo cómo las nubes pasaban lentamente por el cielo. Últimamente, en la escuela hablaban mucho sobre los astronautas y sus grandes hazañas. Él soñaba con ser uno de ellos, pero había algo más que lo motivaba. Su mejor amigo, Lucas, había logrado ganar el concurso de ciencia con su robot, y Tito, aunque feliz por él, sentía algo de celos.

—¡Tal vez yo pueda hacer algo tan increíble como eso! —pensó en voz alta—. ¡Voy a construir el cohete más grande del mundo y así todos sabrán lo genial que soy!

Decidido a impresionar a sus amigos y, sobre todo, a demostrar que él también podía hacer cosas sorprendentes, Tito agarró tijeras, cinta adhesiva y un montón de hojas de papel. Con eso en mano, estaba seguro de que nada lo detendría.

—¡Seré el primer niño en volar hasta la luna en un cohete de papel! —exclamó lleno de orgullo mientras trabajaba en su proyecto.

Su hermana, Ana, que lo observaba desde el sillón, le dijo: —Tito, no quiero ser mala, pero… ¿un cohete de papel? ¿No crees que se va a romper antes de despegar?

Tito la miró con una sonrisa pícara. —Eso es porque no has visto mi cohete en acción. ¡Confía en mí, Ana, soy un genio de la construcción espacial!

—Bueno, bueno, genio —dijo Ana, levantando los hombros, y se acercó a su hermano—. Si necesitas ayuda, aquí estoy. Dos cabezas piensan mejor que una, ¿no?

Tito la miró con una mezcla de duda y desconfianza, pero en el fondo estaba muy agradecido. —Puedes ayudarme con las alas. Pero hazlo como te digo, ¿sí?

Mientras trabajaban juntos, la tarde pasó volando. La relación entre Tito y Ana siempre había sido buena, pero a veces Tito sentía que podía hacer todo solo. Sin embargo, esa tarde descubrió que con su hermana a su lado, el cohete tomaba forma más rápido de lo que había imaginado.

—Gracias, Ana, por ayudarme. Creo que este será el mejor cohete de todos los tiempos —dijo Tito con gratitud.

Finalmente, llegó el momento de probar el cohete.

—¡Listo! —exclamó Tito emocionado, mientras colocaba su cohete en el suelo del patio.

Ana lo miraba con una mezcla de emoción y nerviosismo. —No se va a romper, ¿verdad? —preguntó.

Tito sacudió la cabeza con confianza. —¡Por supuesto que no! Está hecho de papel especial, reforzado con cinta mágica… o algo así —bromeó.

Tito sopló el cohete con todas sus fuerzas, esperando verlo volar alto. Pero el cohete se tambaleó, dio una vuelta… ¡y se desplomó en el suelo con un suave plof!

Ana soltó una carcajada y Tito, por un segundo, se sintió un poco desanimado.

—Supongo que mi cohete no era tan especial después de todo —murmuró.

Pero Ana, con su acostumbrada calma y sabiduría, le puso una mano en el hombro. —Tito, lo importante no es si voló o no. Lo importante es que lo intentaste y te divertiste haciéndolo. Y además, aprendiste algo, ¿verdad?

Tito sonrió, dándose cuenta de que su hermana tenía razón. —Sí, aprendí que tal vez los cohetes de papel no son la mejor idea… pero me divertí mucho.

—Y también aprendiste a aceptar ayuda —añadió Ana, guiñándole un ojo—. Eso es parte de ser responsable, Tito. No siempre podemos hacer todo solos. A veces, está bien pedir ayuda.

Tito se rió. —Tienes razón, Ana. A veces puedo ser un poco testarudo. Pero de ahora en adelante, seré más responsable. Y más cuidadoso con mis inventos.

Mientras Tito recogía los pedazos de su cohete, una pequeña idea comenzó a formarse en su mente. Miró a Ana y dijo, con una sonrisa traviesa en los labios: —¿Sabes qué? Quizás no volé a la luna, pero... ¿y si intentamos hacer un avión de papel gigante? Uno que pueda volar realmente lejos.

Ana se rió, sorprendida por la rápida recuperación de su hermano. —Eso suena más realista, pero necesitarás mucho papel. ¡Y paciencia! —le advirtió con una sonrisa.

Juntos, empezaron a buscar más materiales, riéndose y compartiendo ideas sobre cómo mejorar su nuevo proyecto. La casa se llenó de la energía creativa de ambos, y por primera vez en mucho tiempo, Tito sintió que no importaba lo grande o pequeño que fuera su invento, lo importante era la compañía de su hermana y lo divertido que resultaba trabajar juntos.

¿Te gustó este cuento?